Cualquier emprendedor que inicia una actividad empresarial tiene entre sus primeros pensamientos cómo hacer para poner en el mercado un producto o servicio que sea aceptado por el gran público y sea económicamente rentable. Pero cuando este primer paso ya está dado, es decir, cuando hemos testeado al mercado y existe un público objetivo que acepta nuestro producto o servicio, nos encontramos ante un nuevo contexto, no menos importante que el primero. ¿Cómo hacemos para optimizar al máximo los recursos que tenemos disponibles?, ¿cómo podemos tener más recursos de la forma más rápida posible?, ¿cómo llegar a más potenciales clientes?, en definitiva, ¿cómo crecer de forma más o menos rápida y ordenada y no estancarnos en esta nueva fase empresarial? Por este punto pasan todas las empresas, desde las pequeñas pymes con facturaciones de pocos miles de euros, hasta empresas que facturan millones de euros.
Comúnmente, llegados hasta aquí, un elevado número de empresas empiezan a conformarse con la parte del mercado que tiene asignada siempre de forma temporal y encaran un lento crecimiento/estancamiento que tiene techo, el techo de su propia concepción estática de la empresa. Si la empresa sigue viva en el futuro, en algunos casos, dependiendo del sector y del nivel de desarrollo del producto o servicio en el que estén, lograrán llegar hasta las segundas generaciones y estas lo intentarán con ideas renovadas, o por el contrario sucumbirán definitivamente ante la realidad de un mercado que jamás duerme y jamás permanece estático ante una única concepción de la empresa.
Saber adaptarse a las necesidades continuas del mercado, saber pivotar en cada caso hacia la dirección correcta leyendo a dónde se dirige la conciencia global sector, de la economía, del mundo, es más que necesario para mantener una empresa viva y sobre todo para lograr el crecimiento deseado y en el menor periodo de tiempo posible, porque si hay algo valioso, precisamente esto es el tiempo.
Una de las primeras cuestiones esenciales para adaptarse a los nuevos contextos económicos y sociales, es no perder la ilusión del emprendedor, la de crear en cada momento, la de probar, la de innovar y la de nunca tener miedo al cambio. Las compañías que más innovan en su día a día son las compañías que más crecen, las que más triunfan.
Tampoco nos vamos a autoengañar y a pensar que, con no perder la ilusión del primer día, innovar, etc. es suficiente. Estás son cuestiones elementales, sí, pero al mismo tiempo deben coexistir otras con el mismo nivel de importancia como son: tener una estructura organizativa bien definida, roles bien diferenciados, trabajo bien organizado e invertir en personas o empresas capaces de aportar a nuestra compañía lo que nosotros no podemos darle. Así como atraer talento y al mismo tiempo crearlo. Busca gente mejor que tú. Es necesario, más bien diría obligatorio, crear mentalidad emprendedora en cada uno de los empleados que conforman la empresa, escuchar y testear todas y cada una de las nuevas ideas. Los recursos humanos de la compañía y las empresas que prestan servicios al más alto nivel, deben ser los tentáculos de la dirección con las mismas ganas de éxito y alineadas en los objetivos sociales.